Arcadie SUCEVEANU
(1952)
QUE NO INQUIETE LA LLAMA
Para que hable de la Patria
me han dejado en un campo
con velas encendidas
alrededor de mí.
“Las velas son tus días – me dijeron -,
tan solo así lograrás
decir tu amor a la Patria,
si pasas hablando por entre ellas
hasta la otra margen del campo,
sin extinguir siquiera una...”
De tal modo, sin aliento,
paso en la punta del corazón
por entre las velas, mientras sus llamas,
transparentes y finas,
tiemblan junto a mis labios
como el alma de los poetas
adolescentes.
Intento varias palabras
del habla
y, al elegir
sólo unas cuantas,
las pronuncio suavemente,
con el alma en los labios apenas,
no sea que mi voz demasiada
inquiete la llama.
CARTA DESDE UN GRANO DE TRIGO
Iba yo por el campo y era de noche.
De pronto la tierra se me abrió bajo los pies
y dos manos huesudas de campesino
me tiraron hacia lo hondo de una semilla...
He aquí que estoy habitando
en la casa fresca de un grano de trigo,
que es el retrato vivo de una iglesia bizantina
(en la entrada, sobre dos llamas azules,
está perpetuamente crucificado un campesino).
Como a través de un catalejo mágico,
veo las profundidades,
hasta el otro milenio,
y viceversa, hasta el Reino del Uno:
veo, veo, amigos, el vínculo que existe
entre mi alma y el ruiseñor,
entre la brizna de hierba
y la estrella de la constelación Vega,
entre la condición de la roca desde 1300
y este poema...
A veces me pongo a pensar:
“El llamamiento puro de la semilla
en la noche de abril
puede tener el vigor de un manifiesto;
con la pureza que brota desde la médula
de un grano de trigo grillando
podríamos detener la carrera armamentista.
Sí.”
Mientras tanto,
aquí se ha formado un silencio febril.
Muy pronto, amigos, nos veremos de nuevo;
la semilla comienza a reventar
por antítesis
y yo saldré disparado afuera,
hacia los escalones de un planeta.
Traduceri de George RENITĂ
